10 Consejos para hacer frente al estrés

Hoy es para mí un día de estrés. Mañana será un día de estrés, y el pasado mañana, probablemente será el día de mayor estrés para mí. Noto una opresión en el estómago, ligeras náuseas y tensión muscular. Mayor irritabilidad, y sensibilidad ante los demás en general.

Todos padecemos estrés, en mayor o menor medida. Al menos, todos lo hemos sentido alguna vez. Es una reacción conocida por la mayoría de nosotros.

Sentimos estrés cuando las personas percibimos que las demandas del ambiente superan nuestras capacidades de hacerles frente. Sin embargo, el estrés puede resultar en cierta manera adaptativo para nuestra vida: Nos ayuda a estar activos, a no estancarnos y a estar alerta.

A veces, para explicarlo mejor, pongo un ejemplo similar a éste: Si se acerca un león, y no siento estrés, no escaparé, y consecuentemente, puede que me mate.

U otro ejemplo más acorde a nuestros días: Si tengo una oposición importante para mí y no siento nada de estrés, es posible que, al relajarme demasiado, no le dedique al estudio la intensidad que necesito.

Y otro ejemplo más: Si tengo una entrevista de trabajo y no siento ningún estrés, puedo dejar de estar alerta sobre aquellos aspectos que puedan resultar importante en la preparación del encuentro.

Es decir: El estrés, en niveles adecuados, es adaptativo: es BUENO. Sin embargo, cuando el estrés nos paraliza o nos afecta significativamente a nuestra vida diaria, debemos pensar qué podemos hacer para ayudarnos a nosotros mismos.

A continuación, expongo algunas recomendaciones que pueden servirnos para hacer frente al estrés. Algunas de ellas suponen un cambio en nuestra forma de vida, y este pensamiento puede sugerir que llevarlas a cabo es complicado, pero preguntémonos: ¿cuál es la alternativa? El estrés que tenemos ahora también es una forma de vida. ¿Cuánto deseas cambiar esa situación? Sigue leyendo, y piénsalo:

1) Algunas cosas cotidianas que nos generan estrés tienen un final. Recordarlo, es una estrategia útil: Ese examen, ese proyecto, esa reunión, o esa oposición pasará, y la fuente de estrés, también.

2) Organización “con cabeza”: Dicen que dedicar 10 minutos a planificar el trabajo ahorra al final del día más del doble del tiempo invertido. Si esto es cierto, vale la pena organizar cada mañana el tiempo del que disponemos. Para ello, puede resultar útil hacer una lista de las tareas que tenemos que hacer durante esa jornada, y asignar un tiempo a cada una de ellas en función de su prioridad. En ese horario, es importante no asignarnos tareas muy difíciles en tiempos récord, ya que lo único que conseguiríamos es no lograr cumplir nuestros objetivos, y consecuentemente, frustrarnos. De ahí mi apunte de “con cabeza”.

Bien hecha, yo diría que una buena planificación del trabajo disminuye el estrés, y actúa como refuerzo positivo en sí mismo. Eso sí, tenemos que intentar cumplirlo.

3) Una compañera de trabajo a la que conozco recientemente, pero que ha calado hondo en mí, dijo en una charla: “Es importante premiarse” No puedo estar más de acuerdo con ella. Y yo digo más: Es importante premiarse, pero siendo conscientes de que lo estamos haciendo.

Situación: Llego a casa. Son las 22:00 de la noche y ha sido un día duro. Estoy cansado. He estado gran parte del día siendo consciente casi únicamente de que está siendo una jornada estresante. Voy a disfrutar de una ducha caliente, tomarme una copa de vino, jugar con mi hijo, hablar con mi pareja, ver una serie… algo. Pero aquello que hagas, tómatelo como un premio, como un momento para ti. Procura dedicar también a este pensamiento el mismo tiempo que le has dedicado en el día a recordar lo duro que es tu trabajo.

4) Pide ayuda: Está bien pedir ayuda cuando la necesitamos. Es una habilidad social adecuada, siempre y cuando no abusemos de ella y no carguemos a nuestro colaborador. Que alguien nos apoye, aunque sea en una cuestión cotidiana pequeña como puede ser que algún papá o mamá conocido recoja a nuestro hijo en el colegio de paso que recoge al suyo, puede suponer la diferencia entre cumplir nuestros objetivos o no.

5) Habla sobre ello: Dedica un tiempo proporcionado a desahogarte y contarle a alguien adecuado cómo te sientes y qué es lo que te está generando estrés. No debemos infravalorar el desahogo: Por una parte actúa como alivio de la carga emocional, y por otra parte, hablar sobre una preocupación, en ocasiones favorece la aparición de posibles soluciones. Esto lo saben bien los gestores de equipo que promueven reuniones conjuntas donde todos los integrantes del grupo aportan ideas viables. Es el “efecto llamada” de los desenlaces.

6) No lo veas como algo personal: Ese coordinador no te aprieta porque le caigas mal, ese paciente no es maleducado contigo sólo porque seas tú, ese jefe no es estricto porque te tenga manía en concreto a ti… Prueba a darle la importancia que se merece cada persona y a cada situación, y sobre todo… vuelve al punto 1.

7) Haz descansos: Pero hazlos de verdad. En el café no continúes hablando del proyecto o de los plazos de entrega, a no ser que sea un desayuno de trabajo, ni estés profundizando en el caso del paciente X con el compañero Y. Prueba a comunicarte desde otra perspectiva más informal: Cine, música, libros, coches, moda…

También es eficaz hacer parones de 2 o 3 minutos cada 1-2 horas, incluso sin moverte de la silla, pon la mente en blanco y respira hondo. Ayuda a “reiniciar” la mente cuando se encuentra muy saturada  y volver al trabajo.

8) Cuídate: Come sano, muévete y duerme horas suficientes. Está comprobado que aquellas personas que llevan a cabo hábitos saludables se encuentran más capaces de enfrentarse a un día agotador. Vale la pena cambiar hábitos y cuidarse. ¡Estás invirtiendo en el futuro!

9) Encuentra tu técnica de relajación: Aquella que te funcione, con la que veas que obtienes más resultados. Existen muchas técnicas de relajación. No te agobies si te han propuesto alguna que no te ha servido. Hay más y existe alguna para ti. Pero ten en cuenta que es necesario practicarlas para que hagan su efecto.

10) Sé franco, autocrítico y comprensivo contigo mismo. Quizás haya algo durante la jornada de hoy que hayas hecho mal. No rumies la idea de lo mal que te ha salido, sobre lo ineficaz que has sido con ese cliente…. Reconócelo, acéptalo, piensa en qué podrías haberlo hecho mejor… y aprende de ello.