¿Qué saben los niños sobre la muerte? Preadolescencia y Adolescencia

Entradas anteriores:

¿Hay que explicar la muerte a los niños o hay que evitar ese trago?

¿Qué saben los niños sobre la muerte? Primera y Segunda Infancia.

En las entradas anteriores ahondábamos sobre la idea principal de que para conseguir que una persona (niño o adulto) entienda algo, es necesario asegurarnos de que lo entienda. Es nuestra responsabilidad como transmisores de un mensaje, conseguir que aquello que queremos decir,  se entienda. Incluso si hablamos de la muerte. Sobre todo si hablamos de la muerte. En la anterior entrada, escribí sobre cómo entiendes la muerte los niños de 0 a 10 años, y en esta damos un paso más en el ciclo vital.

Preadolescencia: De 9/10 a 13 años

En esta etapa de la vida del niño, aparece el llamado razonamiento moral convencional. En esta etapa los chicos reconocen un acto como moral o inmoral en función de si el acto daña a otros o no, y actuando además por la reciprocidad: “Si yo hago algo por ti, lo moralmente adecuado es que tú hagas también algo por mí” Teniendo en cuenta esto, podría ser fácil pensar en que los niños de esta etapa puedan ver a la muerte como un castigo. Para explicar esta cuestión, recuerdo el caso de Germán, un niño pontevedrés de 12 años que no quiso ir a visitar a su abuelo que estaba enfermo por ir a jugar un partido de fútbol con su equipo. Sus padres no insistieron, en cierto modo incluso aliviados por la decisión del chico. El abuelo falleció esa misma noche. El pequeño sufrió en silencio durante meses antes de decir en voz alta la idea que le torturaba: ¿Su “lelo” había muerto porque él no había ido a verle? ¿Se habría enfadado con él y se había muerto?

Efectivamente, aparece un razonamiento moral, pero todavía existen resquicios de ese pensamiento mágico infantil. No hay que olvidar que el cerebro del niño de 10 años todavía no ha evolucionado lo suficiente, y les cuesta mucho, por ejemplo, establecer las consecuencias de sus actos o decisiones. Conocen ya la irreversibilidad de la muerte, pero es posible que todavía no la comprendan del todo. Además, es también el momento evolutivo donde comienzan a cerrarse más, a necesitar momentos solos o con el grupo de amigos, es decir, la autoafirmación, la rebeldía.

Otra de las particularidades que es propia de esta etapa, es la practicidad en las preguntas de los chicos. En ocasiones hacen preguntas tan pragmáticas, que son incluso crueles para otros familiares. Pueden hacer preguntas del tipo: ¿Y ahora, quién va a llevarme al cine los domingos?, ¿Y ahora ya nadie va a darme la paga que me daba la abuela? Además, los chicos preadolescentes son muy curiosos en cuanto a detalles biológicos o detalles con respecto a cómo se produjo la muerte. Podemos encontrarnos también con preguntas como: ¿Cuánto tarda en morirse una persona si se le para el corazón?, ¿Las personas se mueren sólo cuándo están dormidas? * Dedicaré una entrada en exclusiva en el blog para responder a preguntas de este tipo. 😉

Adolescencia:

Los adolescentes son intensos. Vivirán la muerte con una grandísima intensidad emocional. Para ellos, la muerte es algo terrible, dolorosísimo y sobre todo, irreversible. Es posible que vivan la muerte de una persona a la que conocían tan sólo de vista, pero que sea de su edad, tan intensamente como la de un familiar. Sienten además la necesidad de expresar ese dolor por medio de la escritura de cartas que llevarán después al cementerio, o que publicarán en redes sociales. Han caído en la cuenta de que la vida se acaba. Es algo finito.

Los adolescentes pueden reaccionar a la muerte de muchas formas: Unos pueden aislarse y necesitar estar solos, mientras que otros pueden sentir la necesidad de asumir las responsabilidades que tenía la persona fallecida. Otros, sin embargo, pueden actuar como si no hubiese ocurrido nada.

Es bueno interesarse y preguntar abiertamente y con naturalidad: ¿Cómo te sientes? o ¿Necesitas saber algo que no te hayamos contado? Puede que nos digan que no, que no necesitan hablar de nada, pero es importante dejarles claro que si necesitan hacerlo, pueden preguntarnos aquello que les inquieta. Se trata de respetar sus tiempos y acompañarles en el dolor.

Es una época inestable para ellos. Por un lado se les pide que tomen decisiones como adultos, pero por otro lado, también se les trata como si no supiesen tomarlas. Sin embargo, a pesar de la inestabilidad de esta etapa, es una oportunidad excepcional para enseñarles cómo actuar frente a estas crisis vitales. Debemos permitir y aceptar sus emociones. De hecho, es adaptativo estar tristes, llorar y/o hablar de ello, teniendo claro, eso sí, que si nosotros mismos no somos capaces de hablar abiertamente, permitirnos estar tristes o llorar, no podemos pedírselo a ellos. “Yo también le echo de menos, y me siento muy triste”. Una frase como esta puede ayudar a que se desahoguen y sientan que no tienen que fingir.