“Creo que no soy útil, todo lo que hago para satisfacerle es en vano. Pienso: Si hago tal cosa, cambiará y me dará su amor. Y paso los días planeando cómo lograr lo que demando. Pero sucede, que no sucede nada… todo sigue igual…”
Nacemos dependientes. Tanto física como emocionalmente nacemos necesitando a otros. A medida que crecemos, o mejor dicho, maduramos personalmente, es natural ir soltando cabos afectivos e ir atando otros. Es así como se crece emocionalmente. Es así como se modifica el autoconcepto. En ocasiones, sin embargo, algo ocurre en la biografía de las personas que impide o dificulta levar el ancla en las relaciones que vamos manteniendo a lo largo de nuestra vida. Carencias afectivas, relaciones desequilibradas, falta de confianza en uno mismo… La dependencia emocional puede ser experimentada en relaciones de pareja, de amistad, paternofiliales… pudiendo enmarcar así un vínculo poco sano o no equilibrado para todos aquellos que constituyen esa relación. Factores culturales, sociales, educacionales, y de personalidad (baja autoestima, fácil idealización del otro, autoconcepto pobre, baja tolerancia a la soledad…) pueden favorecer la dependencia de una persona con respecto a otra.
La persona dependiente no se valora, cree que no puede hacer cosas sin el otro, idealiza a los demás, se compara y siempre sale perdiendo. Pierde su individualidad. No presta atención a sus derechos. No goza de las relaciones con los demás, ni siquiera disfruta con la relación de la que depende, ya que prioriza a la persona deseada frente a sí misma. Vive con miedo a perderla. En este sentido, podríamos pensar que estamos describiendo una droga. Efectivamente: Se parece. Incluso hay psicólogos como Jorge Castelló que hablan de un síndrome de abstinencia enmarcado dentro de la dependencia emocional.
Por desgracia, la falta de educación emocional que padecemos en la actualidad ha contribuido en parte a perpetuar, e incluso incrementar, la dependencia de otras personas. Hoy día leemos aterrorizados cómo adolescentes asientan relaciones de pareja en pilares como el control del otro, los celos, o la presión. Hace unos días oí cómo una mujer de 27 años decía divertida que para ella, el amor no existía si no había “algo de” celos o “algo de” sufrimiento.
Poco a poco, estas personas establecen sus relaciones con los demás en un marco de exigencias, que se van convirtiendo en un círculo vicioso, donde la persona implicada se siente agotada por la presión y se aleja. Causa suficiente para que el miembro dependiente se sienta traicionado una vez más.

“He perdido las ganas de conocer a gente, no me importa la gente. Me da pereza hacer otras cosas, solo quiero estar con él y si él no quiere estar conmigo me siento mal. Creo que está harto de mí, dice que no quiere hablar conmigo, que necesita que lo deje en paz”
Se confunde el amor con la dependencia.
¿A qué conduce esto? Toda esta conceptualización de las relaciones se enraíza poco a poco, día a día, en un ideal de las relaciones interpersonales desequilibrado y basado en la exigencia, sufrimiento y control que puede tener consecuencias graves.
Superar la dependencia emocional
No te necesito, te prefiero. Walter Riso
Es un camino pedregoso, en cuanto a que es duro, pero se puede conseguir. Aquí lanzo algunas recomendaciones, aunque a veces puede ser necesaria la ayuda profesional.
- Define, paso a paso, tu propia autoestima. Sin tapujos. Trabajar la autoestima es un paso clave en todo este proceso, ya que la falta de ella tiene un papel protagonista en la dependencia emocional. Consigue tu propia aprobación en lugar de pedir la de los demás.
- Asume el control sobre tus pensamientos: “Si no está conmigo es porque ya no me quiere” “Mi mejor amigo me ha cambiado por esa persona que acaba de conocer”… son pensamientos que, razonados desde otro punto de vista, pueden estar siendo exagerados. No dejes que esos pensamientos controlen la situación, y sustitúyelos por otros más sensatos y moderados.
- No te veas como una víctima: “No soy suficiente para él/ella” “No sirvo para nada” Deja de maltratarte y causarte dolor a ti mismo. Responsabilízate del hecho de que has sido tú quien no te has querido, y comienza a tratarte mejor. Háblate como si tú fueses tu mejor amigo/a (que lo eres).
La felicidad, el bienestar, el equilibrio y la alegría, provienen de nosotros mismos. De una autoestima adecuada. No dependen de los demás.
Nos hicieron pensar en una fórmula llamada “dos en uno”: Que dos personas pensando igual, actuando igual, era lo que funcionaba. No nos contaron que eso tiene un nombre: Anulación. Y que solo siendo individuos con personalidad propia, podremos tener una relación saludable.
John Lennon